¿Qué onda, Tito?
Toda la verdad sobre el defensor de Vidrios Mercedes-Ocio
Por Crisótopo La Plática, eterno meritorio
Hace un tiempo me decidí a investigar a Álvaro Puga. Seguramente influenciado por la gran cantidad de mensajes que recibí en mi oficina pidiendo por favor que lo investigue. Al principio le resté importancia, pero al ver la insistencia de dichos mensajes me convencí de que había que saber cuáles eran los motivos de tanta machaca.
Veintiséis notas y 19 llamados telefónicos sirvieron para motivarme a que le diera comienzo a este recorrido que parecía no conducirme a ningún lado.
Obviamente que sabía por dónde tenía que comenzar, y fui a su lugar de origen: su casa. Nadie salió a atenderme, solamente su perro con aspecto de cansado me miró de reojo y siguió durmiendo. Un vecino se acercó y me dijo que adentro había gente, pero que no atienden a los periodistas ni a los que van a cobrar deudas.
Subí a mi Fiat Súper Europa a gas y me dirigí al Club Quilmas, donde dio sus primeros pasos como futbolista. Un predio de canchitas peladas donde algunos chicos pasaban sus horas corriendo atrás de la pelota. Parecía que todos habían desaparecido justo al ver al periodista, y ya esto comenzaba a generarme una intriga importante.
Me dirigí a buscar a quien seguro mas lo conocía, la señora del kiosco del club, pero ya se había ido, y quién sabe hacia donde.
Segundos antes de subirme a mi coche, una persona de aproximadamente 25 años se acercó y me preguntó si yo era quien estaba investigando a Álvaro Puga. De inmediato lo invité a subir a mi auto y comencé a interrogarlo. Parecía asustado, pero seguramente porque escondía algo importante. No me quiso dar su nombre, pero juró haber sido compañero de inferiores en Quilmes. De aquí en adelante voy a transcribir la conversación reveladora que tuve con quien, de ahora en más, será conocido como Testigo 1.
La Comisión: ¿Por qué nadie quiere hablar de Álvaro Puga?
Testigo 1: Porque hace un tiempo pasó algo raro... Yo jugué con él muchísimos años en este club, pero en el equipo “B”, cosa que demuestra que él no tenía nivel para llegar a jugar profesionalmente. Pero hubo un verano muy raro, en el que el volvió totalmente cambiado en cuanto a su físico... Más grande, más morrudo, como hinchado y de un momento a otro lo subieron a primera. De ahí fue vendido rápidamente a Farmacia Asenso para jugar en los campeonatos de Décima.
L C: O sea, volvió más gordo, ¿no? Pero ¿y qué hay de raro en todo eso?
T1: Y... Fíjate. Eso lo tenés que averiguar vos. Yo lo único que te puedo decir es que algo raro pasó ese verano. Si lo observás detenidamente no anda nunca sin remera, no cambia la camiseta en los partidos, hasta en verano y con muchísimo calor nunca se metía en la pileta. Ni siquiera con sus amigas ni se sacaba la remera. Es raro. Muy raro…
LC: ¿No le dará vergüenza por lo gordo?
T1: No, algo esconde.
LC: ¿Qué más sabés de ese verano?
T1: Yo ya no quiero comprometerme más en esta situación. Pero me acuerdo que varias veces vino a buscarlo un médico y cuando unos de los compañeros de equipo le preguntó dijo que era para un control sin importancia. Pero nada más que eso… Chau… No puedo hablar mas…
El testigo se fue. Abandonó mi auto robándome las monedas que siempre guardo para los peajes... Mi único testigo hasta el momento.
Ya llegando a la sede del club ubicado en calle 12, me encontré con su antiguo técnico de inferiores y de inmediato le comente que estaba buscando al profesional que realizaba los controles post entrenamiento a Álvaro. Como todas las personas con las que hablé anteriormente, parecían asustadas. Dio un apellido y se dio a la fuga.
Dr. Mangacha. Si. Hacia él había que ir. Dr Mangacha.
Averigüé dónde ubicarlo, pregunté en todos los hospitales, clínicas, y parecía no existir. Pero busqué en mi cartilla de Osde, la premedica a la me había asociado el Mono Spahn, y sí, ahí están todos los médicos (por eso debe ser que te arrancan la cabeza con la cuota).
Finalmente apareció el nombre de este Dr. y hacia su consultorio me dirigí. Lo esperé a la salida y me mandé con tono amenazador hacia él para interrogarlo. Necesitaba la verdad sobre el caso Puga. Pero de pronto, Mangacha salió corriendo como si hubiera visto un fantasma, sin darse cuenta que dejó caer una libreta de anotaciones.
Demasiados interrogantes… Sólo eso me deja esta investigación.
¿Qué esconde bajo su camiseta? ¿Por qué nadie quiere hablar sobre él? ¿Cómo siendo tan gordo llegó a jugar en el primer nivel del fútbol mercedino? ¿Por qué si era tan malo y jugaba en el equipo “B”, dio un salto tan rápido para llegar a primera? ¿Por qué come tanto en las picadas post partido y nunca lleva la billetera?
Estas preguntas y muchas más me generan tanta intriga como miedo.
Continuará…