domingo, 21 de diciembre de 2008

Nimiedades

El ElectriCar, una creación polémica
En 1930 se crea el primer automóvil eléctrico.
Se agota la existencia de cables en el mundo.


Quizás porque el costo de vida es muy alto para la época, o porque los diabéticos necesitan otra metodología de subsistencia, pero lo concreto es que a principios de siglo, el transporte con tracción a sangre genera vastos enfrentamientos entre detractores y defensores del churrasco jugoso. Con el retroceso de la ciencia, la tecnología y los cangrejos disidentes, el mundo espera ansioso un nuevo y necesario cálculo matemático. De ahí que “dos por tres” pasa de ser una cuenta elemental en la divulgación aritmética a convertirse en una regla de oro en la ciencia meteorológica. Así, en 1930, un científico oriental llamado Giuseppe Mastretta, al que apodaban “El ruso”, motiva la fabricación de una maquinaria que acabe con el problema del transporte: El primer automóvil eléctrico.

Si bien es cierto que por aquellos años treinta la ciudad de Benamira, lugar de gestación del nuevo modelo automovilístico, carece de energía eléctrica, también es verdad que el dado tiene seis caras, pues de tener cinco, a alguien estaríamos discriminando.

Aunque no todo es color de rosas; el nuevo invento deja entrever que algunos detalles se escapan, y todo Benamira sale a buscarlos para devolverlos con los otros detalles. Una vez encontrados, la primera decisión acertada que toma “El ruso” Mastretta es la de construir el automóvil en una ciudad que tenga electricidad, pues nota la dificultad que le causa realizar las pruebas piloto de este prototipo mecánico sin ella.

Pasan seis meses de intenso trabajo para que finalmente nazca el ElectriCar, que en inglés significa “Auto que funciona a base de energía eléctrica comandada por dispositivos terminales con alta capacidad de respuesta en pruebas de alto rendimiento comprobando así su mejor y distinguido confort económico”. La traducción es literal.

Lo que ofrece este nuevo aparato es elemental: transportar a personas sin necesidad de cargar combustible. Sobre todo porque en aquel tiempo el combustible aún no existe, así que les viene al pelo. Los manuales de la Mastretta Tecnology Car explican claramente su funcionamiento:

“...El usuario debe conectar el cable del vehículo al toma corriente de cochera. En caso de no contar con cochera, no. Ahora está en condiciones de encender el auto y arrancar suavemente. Con anterioridad el conductor debe tener conocimiento de la longitud del cablecorriente. Esto le sirve para saber dónde estacionar y evitar el corte. Sólo una vez calculada la distancia puede emprender el recorrido. Llegado al final del trayecto permitido, el piloto debe aparcar su vehículo, volver hasta su cochera, desconectar el cable, caminar hasta el lugar de estacionamiento, pedir un tomacorriente prestado a algún propietario de la zona en cuestión, conectar el vehículo, encenderlo y emprender el recorrido. Si aún no ha logrado llegar a destino, los pasos deben repetirse del primero hasta el último en forma ordenada”.

Es tal el éxito de este cómodo producto que las industrias eléctricas comienzan a sufrir el desabastecimiento de cobre, ya que toda la materia prima es destinada al ElectriCar, que, con el correr del tiempo, en inglés pasa a sigfnificar “No encontramos un mísero cable en toda la zona y para colmo el de plancha no sirve ni para colgar la ropa”.

Pero también la desgracia llega a los usuarios comunes, ya que no resisten tener que poner como conductores de electricidad los dedos de sus propios hijos en la llave general de energía como para ver, aunque más no sea, la novela de la siesta.

Lo que parecía un logro científico se convierte en uno de los mayores atentados contra personas comunes, sobre todo contra las que ni siquiera sabían manejar.
La Comisión

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